domingo, 17 de mayo de 2015

Yo susurro, Riley B. King

Hace frío. Es invierno. 1949. En un salón de baile de Twist, en Arkansas, un joven negro de 24 años manosea una guitarra Gibson acústica. Hace tanto frío que han encendido un barril medio lleno de queroseno, a modo de chimenea, para calentar el ambiente. Para que los pies de los potenciales bailarines, helados, bailen.

De repente dos hombres se pelean. Puñetazo. Patada. Salto. Caída. Golpean el barril. El queroseno cae. El suelo arde. La gente corre. Evacuación.

Todo el mundo queda a merced del viento helado, pero entonces el joven negro se da cuenta de que no tiene Gibson. Mira el salón de baile. Arde casi en su totalidad. Le gritan pero él arranca a correr y se mete por la primera abertura que encuentra.

El ruido del fuego es ensordecedor. El humo llena el salón. Caen vigas. El joven tose. Se agacha. Corre. Pero la encuentra. Preciosa e indefensa, su Gibson acústica en el escenario.

Asiendo la guitarra deshace el camino hasta la seguridad de la intemperie, recibido por gritos que lo tachan de loco. Ellos no entienden.


******


-Eh, ¿quieres saber una cosa?
-¿Qué?
-Los tíos de ayer se peleaban por una mujer.
-No me digas…
-Ya lo creo. Se llamaba Lucille.
-¿Cómo?
-Que la mujer por la que se peleaban los hombres se llamaba Lucille.

Silencio. Gira la cabeza y mira con cariño a la Gibson acústica que olía a fuego y humo. Sonríe y murmura.

-Hola, Lucille.


********


A Lucille le tiembla la voz al hablar. Escupe murmullos, vibratos cuidados y sensibles. Se mezcla fabulosamente con una batería, con un bajo, con una trompeta con sordina. Unos dedos anchos y grandes, con vistosos anillos, la acarician. Fluyen sus cuerdas con sus manos y sus voces se unen.

Él está sentado. Es tan grande, tan imponente, tan moreno. Sigue mimando a su chica. Y hace muecas de dolor cuando ella gime, y se estremece, y le falla la voz. Él balancea la cabeza de un lado a otro. Cierra los ojos y aprieta los párpados. Le caen enormes goterones de sudor que le enmarcan el rostro, haciéndolo brillar.

Pero él ya brilla con luz propia. Mueve tan rápido los dedos que cualquier persona en su sano juicio quisiera ser acariciado por ellos. Pero él sólo tiene manos para una. Sólo tiene oídos para una. Sólo tiene ojos para una.

Y ahora cierra los ojos porque Lucille llena el aire. Alargando sus gritos serpenteantes, metálicos, ecos. Chillido agudo. Batería, redoble. Lucille se enfada, se eleva, preciosa, potente, imponente.

Él se levanta con ella. Frunce el ceño. Abre la boca. Y gime en silencio, con ella.

Crescendo, murmullo, aplauso.

Y Lucille es la reina. En brazos del rey.

Y tú cantabas, rey, con la boca torcida y los ojos cerrados,  que Lucille te había salvado la vida un par de veces.

Y yo susurro, Riley B. King, descalza y dolorida, que los reyes no mueren. 




Nuria Ribas Costa 



Este artículo se publicó en Negratinta: https://negratinta.com/yo-susurro-riley-b-king/

Rampas desarmadas y 'crosscheck' ok

-Hemos llegado a nuestro destino. Por favor manténganse sentados y con el cinturón de seguridad abrochado hasta que el avión haya apagado completamente los motores.

La gente hace caso omiso y la cabina se llena de “clicks” mientras las cabezas empiezan a alzarse. Alguno que otro se despereza.

-Rampas traseras desarmadas y crosscheck OK.

Los compartimentos de equipaje de mano se abren y los afortunados (o no tanto) que están en el pasillo se apresuran a sacar sus maletas, bolsas y demás para acaparar unos centímetros más de corredor y no tener la melena de la señora de delante haciéndoles cosquillas en la nariz.

-¡Ay, Marc, qué daño!

-Perdón.


-¿Has visto? Je je je je…

-¡Ja ja ja ja!


-Te has pintado las uñas… ¡Qué chulo el color!

-Gracias, se lo he cogido a mi hermana mayor je je… ¡y no se ha dado cuenta! Luego te lo enseño.


Sacudida en el asiento de enfrente.


-¡Cuidado Marta! Jolín…

-Lo siento… ¿qué decías, Jordi?

-Que voy a ser piloto.

-Pues yo no sé qué quiero ser. Me gustan muchas cosas…

-Yo quiero hacer helados y crêpes. Voy a montar una tienda.

-Mmm, crêpes, qué ricos… Mi papá hace en casa a veces.

-Pues yo quiero ser peluquera.

-¿Sabes hacer trenzas?

-Claro.

-¿Me haces una?

-¡Sí! Date la vuelta.

-Pues yo voy a ser piloto. O piloto o jefe de torre de control.

-¿Jefe?

-Jefe. O jefe o nada.

-Vaya.

-Pues a mi no me gusta nada. No quiero ser nada.

-Algo tiene que haber que te guste…

-No.

-¿Y tú qué quieres ser, María?

-Yo profesora. Y enseñar a los niños a leer.

-Pues yo quiero ser político.

-¿Qué es político?

-Ala… para qué quieres ser político si todo el mundo te odia.

-Pero ganan mucho dinero…

-Pero son malos.

-Yo seré bueno, arreglaré el mundo. Quiero arreglar el mundo.

-Pues yo voy a ser piloto o jefe de torre de control.

-Pues yo quiero ser periodista.

-¡Para salir en la tele!

-No, para viajar mucho y contar historias. Historias que sean verdad.

-Ana en la tele no, que es muy fea… ¡Ja ja ja ja ja ja!!!

-Alberto eres tonto…

-¡Que es broma!

-¡Ay!!! ¡Para!! ¡Jolín David!!


-Señores pasajeros, les informamos de que el desembarque se realizará únicamente por la puerta delantera del avión, gracias.


-Se me ha caído una horquilla…

-¿De qué habláis?

-De lo que vamos a ser de mayores.

-Pero si queda mucho para eso… Qué tontos.

-Tonta tú, hay mucho que hacer.

-Yo voy a ser piloto o jefe de torre de control.

-¿Y tú qué vas a ser, Carla?

-Yo modelo.

-Ala qué guay…

-Pero qué dices, si no vas a hacer nada, sólo te hacen fotos y caminas con tacones.

-¿Y qué? Te pagan por hacerte fotos. Es genial.

-Pues no, te pagan para que hagas lo que te dicen. ¿Y si te dicen que estás gorda?

-¡No estoy gorda!!!!

-Eso te lo dirán ellos…

-Yo voy a ser piloto o jefe de torre de control.


El avión se está vaciando y le toca a la fila 28 salir de la lata de sardinas. La profesora hace una señal con la mano y los niños empiezan a desfilar. Se oyen gritos y carcajadas. Es una euforia contenida. Algunos no habían ido nunca antes en avión, seguro.


-Disculpe, ¿de qué curso son?

-De quinto de Primaria.


Sonríe y empieza a recorrer el pasillo enmoquetado del avión.

Cojo mi maleta de mano. Pesa mucho, está llena de libros. Me duele la espalda al bajarla. Yo también abandono el avión, pero me detengo delante de la cabina de los pilotos.

Cuántos botones… Qué emocionante volar entre las nubes dirigiendo algo tan grande…


Creo que quiero ser periodista.




Nuria Ribas Costa


Este artículo se publicó originalmente en Negratinta: http://negratinta.com/rampas-desarmadas-y-crosscheck-ok/

La mujer que hablaba con una trompeta

Llegaba tardísimo. Se abrieron las puertas del tranvía y se abalanzó sobre el asfalto. Subió las escaleras de dos en dos, casi se marea al llegar al segundo piso. Giró a la derecha y siguió corriendo entre pasillos laberínticos. B105. Aula con piano. Entró. Encendió la luz. Se sentó. Le caía un goterón de sudor.

Mientras colocaba sobre el atril sus tres únicas partituras, se abrió la puerta.

-¿Has tenido tiempo de mirar alguna cosa?
- Sí… Bueno… He intentado aprenderme la segunda parte del ejercicio aquel de la impro, pero…
-¡Ah, sí! ¿ Y qué tal?
-Bueno, me ha costado un poco…

Sonrisa.

-Ahora lo miramos.

Calentamiento. Soplidos, resoplidos, tos. Agua. Carraspeo. Falsete. Escalas. Aire.

-Vamos a ver esa impro. Recuerda: marca el swing, mantén el compás, ya sabes que el pie te ayuda. Interioriza la melodía, el dibujo del tema. Bien clavado en la mente, y en la garganta. Y cuando abras la boca vocaliza. No mastiques. Ábrela mucho. Sin miedo. Quiero ver ese scat.

Ruido de silla. Mira el papel. La partitura ya no sirve, así que levanta la vista y mira al vacío.

-Un… Dos… Un, dos, tres…

-Sha ba du bi du hui hui
Ba dum, du ya, ba du bi bi da da ha
Yiii, yiii, ha, du bi da ba hui dui
Sha, sha, dui bi duim ha ha
Ba dum, du dum, ba, ba ba…

-¡Otra vuelta!

El piano no calla.

- Ba dum, du ya, ba du bi bi da da ha
Ba dum, du dum, ba, ba ba
Hui ba du bi du hue, da hui, bi ba
Ba du bi ba, sha, sha bi, du hui, da bi
Yiiii ba ba ba bi, sha bi, da yiiii ba da
Sha, sha wa ba da ba da ba we…

Se ahoga. Raspa un poco al final, esas as, esas es, esas íes. Bebe agua.

Mirada triste. Levanta la cabeza lentamente. ¿Avergonzada..?
-Voy a enseñarte algo.

Se levantó y acercó su ordenador portátil. Escribió un nombre en el buscador de Google que ella no alcanzó a ver. Aparecieron muchas fotografías en blanco y negro. Puso una en grande.

-¿Sabes quién es?

Era una mujer negra. Joven, en aquella foto. Estaba de perfil, delante de un micrófono de esos antiguos, tan bonitos. Ella tenía los ojos cerrados y la boca abierta, sus labios carnosos mostrando unos brillantes dientes blancos. Sonríe. Mientras canta.

-No, no sé quién es.

Sonrisa.

-Escucha.

Abrió una pestaña nueva. Abrió Youtube. Escribió algo en el buscador. Eligió el primero de los vídeos que aparecieron.

-Ahora cierra los ojos.

Ella obedeció.

Empezó a sonar algo instrumental. Y la batería dio paso a una voz inconfundiblemente negra. Vibrato. Arriba y abajo. Swing. I’m gonna go find my baby perseguida por los instrumentos. Y, de repente, sílabas.

Emes, alargadas, como un bostezo matinal. As. Enormes y desproporcionadas as. Habla, pero no se la entiende. Parece que la trompeta sí la entiende. Está hablando con una trompeta. Charlando. Como dos hombres en un café. Como dos mujeres en un bar. Como un grupo de colegiales en el parque.

Du bui da bui da bui dau.

Y la trompeta asiente.

Y ella sigue murmurando y el piano también la comprende, y le comenta su perspectiva al respecto del problema.

Du bi du , du dubi du du dubi du, du dubi du.

Lento, rápido. Arriba, abajo.

Todo se ralentiza… Ella sigue jugando. Ya ni la trompeta ni el piano osan interrumpir.

Y entonces…

Enorme crescendo. Se alza su voz por encima de la orquesta de Count Basie que toca sin Count Basie. Uno ya no sabe si dice “one of these days see you later, bye bye bye” o sigue hablando en el idioma de antes.

Bye bye bye bye bye bye
So slow long yeah

Lentamente se desprende del hechizo.

Baja la pantalla del ordenador portátil y la mira.

- No Count Blues, del álbum No Count Sarah. Eso es scat.

-¿Y esa era…?

-Esa era Sarah Vaughan.




Artículo publicado originalmente en Negratinta: http://negratinta.com/la-mujer-que-hablaba-con-una-trompeta/




Nuria Ribas Costa