SEMINARI D'ANÀLISI DE L'ACTUALITAT
Cuando el pasado 9 de agosto se produjo el asesinato del joven negro Michael Brown a manos de un policía en Ferguson (Estados Unidos), parecían escucharse los ecos de aquel domingo sangriento en marzo de 1965 en Selma (Alabama), en plena lucha por los derechos civiles, cuando policías cargaban con gases lacrimógenos contra la minoría negra que pedía justicia a gritos.
Cuando el pasado 9 de agosto se produjo el asesinato del joven negro Michael Brown a manos de un policía en Ferguson (Estados Unidos), parecían escucharse los ecos de aquel domingo sangriento en marzo de 1965 en Selma (Alabama), en plena lucha por los derechos civiles, cuando policías cargaban con gases lacrimógenos contra la minoría negra que pedía justicia a gritos.
Las muertes de Eric Garner en Nueva York
y de Rumain Brisbon en Arizona son, como la de Brown, las puntas del iceberg
del racismo que a lo largo de pasado verano de 2014 salieron a la superficie.
Hoy es siete de febrero de 2015 y parece
que hayan pasado siglos desde que los medios se hacían eco de los disturbios en
Ferguson. En este contexto de desconocimiento, El País publicaba el 16 de enero
una crónica [1]
sobre el estreno ese mismo mes de Selma,
el filme de Ava DuVernay que retrata la lucha de Martin Luther King y
concretamente la Marcha de Selma a Montgomery y la firma de la Ley del Derecho
al Voto.
Dicha crónica servía a El País para dar
voz al actor principal, David Olewoyo, diciendo que ahora “se necesita una
autoridad independiente que vigile a la policía”. Con un subtítulo que dice
alto y claro que Estados Unidos está de nuevo rodeado por conflictos raciales,
la única referencia a éstos se encuentra en el cuerpo del texto y menciona la
denuncia de identificaciones adicionales “como la reinvención de ese trato
discriminatorio.”
Se trata de la documentación adicional
necesaria para ejercer el derecho al voto. Derecho que se hizo universal en
1965 con la Ley que firmó el presidente Johnson y que a día de hoy continúa
siendo foco de desigualdad racial.
Precisamente este punto trataba el
reportaje de Radio Francia Internacional del 28 de agosto de 2014, en que
Silvia Chocarro hacía una retrospectiva a la historia de la lucha por los
derechos civiles y acababa tratando los ecos de la segregación en EE.UU. a día
de hoy. Yokata Eadi, de la National Association for the Advancement of Colored
People, explicaba con más claridad lo que El País deja caer con pinceladas.
Según ella, la Ley de Derecho al Voto
daba potestad al Gobierno federal para anular medidas restrictivas adicionales
para el voto negro. Ahora bien, recientemente se ha visto un retroceso y en
2013 una decisión de la Corte Suprema congeló la capacidad del Gobierno de
paralizar medidas discriminatorias. Así, la aplicación de la Ley de Derecho al
Voto ha dado pie a la instauración de sistemas adicionales de identificación o
a mover los centros de voto de barrios afroamericanos y latinos.
Teniendo en cuenta estos precedentes, no
puede menos que sorprender que en medios de comunicación con vocación de
globalidad haya desaparecido así un problema tan visceral como lo ha sido la
segregación racial en Estados Unidos. De hecho, partiendo del trato que estos
medios (ahora me fijo en los españoles) hacen de Estados Unidos, y teniendo en
cuenta el contexto pre-electoral y la voluntad de Obama de luchar contra la
desigualdad, ¿no resulta un tanto incoherente que sólo se trate esa desigualdad
en términos económicos?
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