Cuando Uma Thurman aparecía el pasado
lunes 9 de febrero sobre la alfombra roja de la Première de la nueva serie
norte-americana que protagoniza, The Slap, poco podía imaginarse el revuelo que causarían las
líneas maestras que Tony Surratt, su maquillador, dibujó sobre su rostro con
lápiz de ojos.
Párpados desnudos, labios oscuros, melena
suelta, peinada hacia atrás. La piel lisa y brillante, pero costaba reconocer
en las fotos que rápidamente surcaron Internet los ecos de la belleza afilada
que deslumbraban en Pulp Fiction.
Los posts
fueron más allá de opiniones de particulares o despieces en publicaciones de
cotilleos y conquistaron las páginas de más de un diario de información general.
Y La Vanguardia no fue una excepción.
El debate es extenso, pero podría
resumirse en dos puntos. La primera pregunta es, evidentemente, si un periódico
generalista, de referencia, debería ocuparse de este tipo de temas. El segundo
tema es cómo va a publicarse dicha información si se decide que es de interés
general.
En el caso de la mencionada Vanguardia,
se decidió en el seno de la redacción que el supuesto cambio de cara de Uma
Thurman no podía dejar de tratarse. Y utilizo estas palabras porque dicho
periódico hizo tal cobertura del suceso que había nueve páginas de noticias que
incluían las palabras “Uma Thurman”. Es decir, habría en la web unas noventa
entradas sobre la actriz.
Más allá de la incompetencia de que hacen
gala si no todos, gran parte de estos textos (porque, como es bien sabido, Uma
Thurmano no se operó), uno de ellos me parece especialmente ofensivo y por ello
digno de mención. Se trata del artículo del Director Màrius Carol titulado “Elefecto Zellweger”, publicado el miércoles 11 de febrero.
Su tono altivo se desprende ya de la
primera frase, cuando relata que se encontró en un caro restaurante londinense
a la actriz estadounidense, resplandeciente. Inmediatamente después se vuelve
dramático y suelta una de las frases más ofensivas que he visto jamás escritas
en prensa. Cito textualmente: “Lo que no consiguieron sus enemigos en Kill Bill
al dispararle en la cabeza lo ha logrado un cirujano con un bisturí.”
En primer lugar, como director de periódico
es absolutamente imperdonable el error garrafal de decir que Uma Thurman se
operó el rostro. Y en segundo lugar, no procede opinar de esta manera tajante:
si al señor Carol le parece que la actriz se ha desgraciado el rostro, que lo
comente a sus colegas por la calle; no en una “segunda editorial” del periódico
como si se tratara de la visión que tiene toda la publicación del tema.
Pero lo que me parece más ofensivo es el
resto del texto. Se trata de una divagación sobre el bienestar personal y la
capacidad de aceptarse a uno mismo a lo largo de la madurez. Carol se recrea
con frases como “siempre hay quien está dispuesto a no aceptarse y pretende
luchar contra el paso del tiempo con soluciones drásticas”; oraciones
completamente fuera de lugar que insinúan que la operación de Uma Thurman se
debe a una incapacidad de madurar de manera sana y natural y de comprender el
significado de dicha madurez.
Desde mi humilde opinión, tanto este
artículo como la totalidad de los textos publicados sobre Uma Thurman dejan a
La Vanguardia en una posición de dudosa credibilidad y me pregunto el grado de
ética que sobrevuela ahora su redacción.
Nuria Ribas Costa
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