París se despierta arrastrando los pies y echando un triste vaho por la boca. Ayer recorrieron sus
preciosas entrañas 700.000 personas. Unos llorando por Charlie, otros gimiendo por Hebdo.
Casi todos son abanderados de la libertad. Como en aquel cuadro de Delacroix,
con la bella dama de torso desnudo guiando al pueblo.
Era esa obra la elegida por Gary Barker,
ilustrador británico colaborador de The
Times i The Guardian, para
reinterpretar el atentado terrorista a la revista satírica francesa Charlie Hebdo el pasado miércoles 7 de
enero. Como él, muchos otros dibujantes se han solidarizado con la publicación,
y han unido sus plumas y cajas de colores lanzando un mensaje claro que a día
de hoy tiene forma de hashtag: #jesuischarlie.
Las líneas de debate que han nacido de
los recientes sucesos se bifurcan en varias direcciones. El reclutamiento de
yihadistas, la seguridad europea, la respuesta política y ciudadana… Las
portadas, los titulares, los rostros de los medios de comunicación se llenan de
artículos, reportajes, crónicas frescas llegadas de los enviados especiales,
mandados corriendo a buscar la noticia. A empaparse del caos.
Flemming Rose, jefe de Internacional del
periódico danés Jyllands Posten, promovió en su momento, allá por el 2005, la
publicación en ese rotativo de las caricaturas de Mahoma. Su defensa de la
sátira, publicada en forma de artículo en la edición de hoy domingo 11 de enero
de El País, cobra ahora especial importancia.
Decía Rose que “la sátira es una de las respuestas de una sociedad abierta ante la
violencia, las amenazas y la barbarie.” Sin embargo, más allá de esta
reflexión, que dicho sea de paso, compartía también el célebre articulista
decimonónico Mariano José de Larra, me interesa resaltar un punto concreto de
su texto.
Recupera el periodista danés el caso del
asesinato de Theo van Gogh a manos de un joven musulmán en Ámsterdam por la
realización de un documental. La producción trataba la violencia contra las
mujeres en nombre del profeta. La referencia a este suceso, ocurrido en noviembre
de 2004, sirve a Rose para lanzar al aire una interesante idea. Cito textualmente:
“[…]
el entonces ministro de justicia holandés, es decir, el más alto defensor
electo del Estado de derecho, dijo que se debería sopesar un endurecimiento de
la legislación contra el llamado discurso del odio. Porque si hubiese existido
una ley así, van Gogh aún estaría con vida. Es decir, si se hubieran
criminalizado diferentes tipos de expresiones, habría habido una oportunidad
para que van Gogh nunca hubiera realizado el documental sobre la violencia
contra las mujeres en nombre del profeta, documental que llevó a Mohammed
Bouyeri a asesinarlo. […]” [1]
El hecho de que en estos momentos los
supervivientes de la plantilla de Charlie
Hebdo continúen trabajando, incansables, protegidos por otro periódico, el Libération, debería hablar por sí solo:
la vida es un valor supremo, pero la libertad da vida a otra cosa: la
Humanidad.
Gérard Biart, redactor jefe de la revista,
decía sobre el número que saldrá a la calle próximo miércoles 14: “No queremos
que sea un número excepcional. Queremos que sea divertido; que haga reír. No
sabemos hacer otra cosa.”
Es evidente que para ellos, la mitad del
periódico no ha muerto en vano.
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