El mundo del Libro de
Artista es un gran desconocido hoy en día. La feria Ars Libris en Barcelona es
una de los escaparates más importantes a nivel estatal de esta corriente
artística, y en ella se hace patente esta ignorancia generalizada en el seno de
la sociedad. Los tirajes pequeñísimos, las ediciones limitadas y los productos
únicos son las manifestaciones más habituales de estos libros, que se alimentan
de un tronco común: las historias por contar.
Era una librería de esas con muchos colores y formas. Natàlia se
adelanta y nada más entrar en Loring Art le pregunta a la dependienta por lo
que estamos buscando.
-Sí, mirad. Bueno, lo cierto es que ahora mismo no tengo muchos.
Habíamos tenido una gran exposición hace un tiempo, y entonces sí que los había
de todo tipo. Ahora nos quedan cosas sueltas, propuestas menos…espectaculares,
si queréis llamarlo así.
Nos conduce a un estante que hace esquina y nos muestra una
vidriera con libros muy especiales.
-Estos son de una artista que se dedica a manipular libros
antiguos, normalmente cuadernos de colegio de refuerzo de matemáticas u otras
asignaturas. Los abre y hace cosas así en las páginas.
Le tiende uno a Natàlia, que pasa las páginas con cuidado. Cada
dos o tres aparece un relieve hecho con cartulinas de colores, formas de partes
del cuerpo y otras ideas sorprendentes.
-¿Y esto es un libro de artista?
-Sí. Pero también lo es este otro.
Nos muestra un librito pequeño, de tapas azul marino y bordes
dorados. Es una recreación de una de las ediciones del Génesis más famosa. En
el interior, sólo tres sílabas: bla bla bla.
El concepto es lo suficientemente amplio como para que quepan en
él estas ideas. Sin embargo, no son estos libros de artista propiamente dichos,
precisamente porque un libro de artista pueden ser muchas cosas.
Cuando a finales del siglo XIX Stéphane Mallarmé daba forma a su
proyecto de “libro total”, poco podía imaginarse lo que se llegaría a hacer
desarrollando aquella idea. De la misma manera que los libros manipulados que
nos muestra la dependienta de Loring Art, la idea del poeta francés era crear
una obra sorprendente, un libro de páginas libres.
Definir esta idea es, sin embargo, tarea harto compleja. María
Isabel del Río Sánchez, historiadora del diseño y documentalista mallorquina
afincada en Barcelona, comenta en su artículo El Libro de Artista. Entre el mundo de la Edición y el Galerismo
que la búsqueda de la definición de un experto debe pasar ineludiblemente por
Anne Moeglin-Delcroix, profesora de Filosofía del Arte en la Universidad de la
Sorbona en París. Según esta erudita, en los libros de artista confluyen tres
características: la búsqueda de una forma de expresión, la huida de la
exclusividad y la sofisticación y la frecuente condición de editores de sus
autores.
El común denominador es, quizá, la historia. Que haya algo que
contar: ya sea un sentimiento de profunda tristeza, desamparo o felicidad; un
cuento infantil, o una idea innovadora. El cómo es ya el espacio para la
libertad, corrobora Laia Jou, ilustradora, autora y artista: “siempre debe
haber detrás una reflexión, un camino por explorar por parte del autor.”
A propósito de la definición, existe también el debate. Nos lo
ilustra Martí Guinovart, de Tinta Invisible Edicions, cuando visitamos su
taller en el corazón del Raval barcelonés. Mientras pasa las páginas de una
preciosa obra de Enric Casasses, Pascal Comelade y Perejaume, nos dibuja las
líneas maestras que intentan esclarecer el turbio concepto de libro de artista.
Existe, nos dice, una tipología. Por un lado, el libro
intervenido, manipulado. En él, el artista trabaja sobre un libro tal y como lo
conocemos: una obra con cubiertas y hojas de papel. Pero por otro lado existe
el libro objeto. Ésta es una creación mucho más libre y adopta formas muy
diversas que pueden no tener absolutamente nada que ver con un libro
convencional.
Mientras nos intenta definir este último término, se inclina hacia
la derecha y coge una caja de metal con letras rojas en la cubierta. La abre y
saca tres láminas de vidrio en forma de tríptico con sendas manchas de sangre
en el medio grabadas al chorro de arena. Vienen envueltas en una cobertura de
fieltro en la que se leen las mismas tres palabras que en la caja plateada que
lo contenía todo: Déu, Ciència i Llibertat.
“Esta es una obra de Joan Fontcuberta i Vicenç Altaió. Es un
ejemplo perfecto de lo que os comentaba: se trata de un libro, pero es una obra
completamente innovadora en la que todos y cada uno de los detalles han sido
pensados milimétricamente para transmitir algo”.
Natàlia asiente y baja las escaleras para explorar las entrañas
del taller. Es un precioso espacio cubierto de utensilios de pintura, edición y
grafismo. Camina lentamente y absorbe cada detalle con sus brillantes ojos
color avellana. De repente me suelta:
-Los libros de artista son como este taller. Hay espacio para
todo, la gente sabe hacer de todo, y se intenta jugar con todo. Se busca llenar
los recovecos y cubrirlo todo de significado, pero a la vez se huye de la
exquisitez.
-Y se quiere decir algo. Hay una idea, un hilo conductor. Eso es
importante.
-Pero a partir de ahí el camino es libre. No hay límites.
-Es una preciosa y tentadora filosofía.
-Sí, lo es.
Nuria Ribas Costa
Artículo publicado originalmente en El Corso: http://elcorso.es/los-hijos-del-libro-total-de-mallarme/
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